Una invitación a ver la vida con optimismo, responsabilidad y sentido trascendente -comoquiera se entienda esta palabra- a la vista de la realidad cotidiana:verdad y falsedad, justicia y opresión, encuentro y desencuentro.
Si a mí me mandasen disponer por orden de
precedencia la caridad, la justicia y la bondad, el primer lugar se lo daría a
la bondad, el segundo a la justicia y el tercero a la caridad. Porque la
bondad, por sí sola, ya dispensa la justicia y la caridad, porque la justicia
justa ya contiene en sí caridad suficiente. La caridad es lo que resta cuando
no hay bondad ni justicia.
José
Saramago: Fragmento
de “Cuadernos de Lanzarote “(1993-1995)
Sin ánimo de polemizar con don José Saramago, quisiera exponer a tu consideración mi parecer acerca de las
ideaspor él expuestas en el párrafo trascripto.
No le des importancia al costado crítico, sino a algunas observaciones sobre el
tema que me parece importante puntualizar. Si te resultaren útiles, me daré por bien pagado.
Verás
que mi punto de vista es distinto de l de Saramago: Ambos miramos el tema en
cuestión desde conceptos de caridad que
difieren diametralmente. A ver si puedo exponerlo
claramente.
Yo creo que caridad no es lo mismo que limosna o
beneficencia, como la entienden Saramago y por lo general la opinión pública. Porque
caridad es amor al prójimo, amor que buscaser con el otro, unirse a él solidariamente, comprometerse con élpara marchar juntoshacia un destino común.. La caridad es la
fuente interna de donde se originan las buenas acciones que buscan promover a
todo ser humano, respetar sus derechos, aliviar su dolor, subvenir a las
necesidades para él inalcanzables, restañar sus heridas del cuerpo y del alma,
acompañarlo en la soledad y el abandono, solidarizarse con sus causas justas y
muchas cosas más del mismo tenor. Sin caridad toda obra buena se vuelve
hipocresía porque obedece a cálculos egoístas, simulando una bondad que no
existe.
La
beneficencia puede nacer de la caridad —y de hecho en muchas ocasiones nace de
corazones generosos—, pero también de otras motivaciones, como por ejemplo, el
afán de figurar o los cargos de conciencia. Esto no quiere decir que los que
realizan acciones benéficas lo hagan siempre por motivos espurios como lo
suponen los denostadores de la caridad.
Discrepo
con el orden de precedencia que postula Saramago.Yo creo que todo nace de la caridad, la que
se concreta en la justicia como mínimo debido y se explaya en la bondad,
superando lo debido por justicia.
Bondad
significa “inclinación natural a hacer el bien”. Saramago dice que la bondad, por sí sola, ya
dispensa la justicia y la caridad. Me parece que olvida algo: En todo ser
humano conviven un ángel y un demonio, por lo cual aun el hombre más bueno
puede caer en injusticia. Por eso no basta la bondadpara que se obre con justicia, sino que hace
faltaque la conciencia la exija como un
deber y que la autoridad la concrete en
leyes justas y controle su cumplimiento.
“La
justicia justa ya contiene en sí caridad suficiente”, dice el escritor. No me
queda claro qué entiende por “justicia justa”, de modo que no veo qué
significaeso deque tiene “caridad suficiente”. Ensayando una
interpretación diría quejusticia justa
es la quereconoce y respeta
integralmente los derechos de las personas, con lo cual cumple con el deber de
caridad mínima que se le debe a los demás. Que este mínimo de caridad sea
suficientees discutible, porque las
personas sufrimos infortunios y necesidades que no atienden el derecho y la
justicia. Pongamos por ejemplo: ¿Qué derecho me asiste de ser contenido ante la
muerte de un hijo? Ante esta necesidad de consuelo fracasa la justicia y quien
suele dar respuesta es la caridad de un corazón bondadoso.
“La
caridad es lo que resta cuando no hay bondad ni justicia”, dice Saramago, trasuntando
un pobre concepto acerca de lo que significa caridad. Yo creo que la cosa es al
revés: La caridad, entendida como amor al prójimo, es el alma de la bondad, la
justicia y la solidaridad. La justicia es caridad cristalizada en derechos. La
bondad es caridad hecha hábito. La solidaridad es caridad hecha compromiso con
la justicia social. Entenderla como un residuo de baja calidad que disimula la
falta de bondad y de justicia es juzgarla desde el prejuicio de una ideología
que, como toda ideología, es pensamiento en pugna que busca descalificar a su
adversario. Por otra parte, en el curso de la historia la caridad hadado nacimiento a nuevasexigencias de la justicia: Muchos de los que
hoy sonderechos fueron
originariamenteactos de generosidadde personas caritativas. Es por lo menos
sugestivo que el creador del concepto y la expresión “justicia social” y el
primer promotor de cambios en ese sentidohaya sido un sacerdote jesuita del siglo diecinueve.
Con
todo respeto por el insigne escritor, yo prefiero adherirme a la idea de San
Agustín: “Ten caridad en tu corazón y haz lo que quieras”. Yo lo entiendo así: Si
tienes un corazón caritativo, serás necesariamente bondadoso (buscarás el bien
de todos) y justo (respetarás lo que se le debe a cada uno según sus derechos).
Si no fuera así, simplemente no tendrías caridad sino egoísmo, indiferencia u
odio. Más que un resto miserable, la caridad es el alma de la justicia y la
bondad. Sin esa virtud, la bondad y la justicia no tienen calidad humana.
Cuando no hay caridad la justiciaes
mero cumplimiento de normas externas y la bondad, hipocresía.
Al
menos así lo veo yo, aunque bien puede suceder que me equivoque.
“El hombre es la
norma de todas las cosas”Protágoras (Grecia, siglo 5° a.C.)
“Nada es verdad ni es mentira. Toda cosa es del color delcristal con que se mira” Calderón de la Barca: “La vida es sueño”
“No habiendo ninguna certidumbre
meridiana, ningún "metarrelato" en pie, no hay sino discursos
diversos y alternativos en un ámbito sumamente pluralista en el que el sujeto
adquiere el protagonismo al tener que elegir entre opciones igualmente
infundadas” Gianni Vattimo
¿Será verdad lo de Protágoras, Calderón y Vattimo? Se me ocurre
pensar que si ellos tienen razón, lo que dicen es falso.
Muchas veces he escuchado decirque sobre lobueno y lo malohay una gran
dispersión de pareceres, pareceres queson cambiantes y contradictorios entre sí. En otras palabras, lo que
para un sujeto es malo resulta que es bueno para otro; o lo que en una cultura
es visto como buenoen otra se lo juzga
como malo.
El hecho es innegable y conocido desde antiguo; yaHerodoto lo había señalado y los sofistas lo
tomaron apresuradamente como justificación de sus posiciones, escépticas, nihilistaso relativistas acerca del bien y del mal.
Permíteme desarrollar someramente las visiones de estos
pensadores acerca de la moralidad.
El escéptico es alguien que reconoce
la existencia de las normas morales, pero niega que puedan ser fundamentadas o
demostradas como justas, es decir, niega su validez, porque —dice— es
imposible distinguir entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, ni hallar un criterio para preferiruna opción sobre otra ya que ninguna se puede
probar como mejor. El escéptico no cree que pueda demostrarse la verdad ni la
bondad de nada porque no es posible admitir ningún criterio válidoque nos permita discernir entre lo verdadero
y lo falso, lo bueno y
lo malo, por lo cualse mantiene en la
duda como el burro de Buridán,suspende
el juicio y no tiene razones para emprender un curso de acción determinado con
preferencia sobre otros. Si en la vida práctica aplicara su filosofía, quedaría
paralizado como el burro de la leyenda y moriría de inanición. Por fortuna el
escéptico es intelectual, pero no bobo.
El
nihilista, a su vez, extremando su
escepticismo niega la existencia de
normas y valores morales. No cree en la bondad ni en el deber. El nihilismo
ha sobrevivido al paso de los siglos como un rescoldo bajo las cenizas y en el
presente ha resucitado para formar parte de la mentalidad postmoderna. Se habla
de “muerte de Dios”, de “crepúsculo del deber”, de “pensamiento débil”, de“muerte de los ideales”; se asiste al
desprestigio de principios, instituciones, jerarquías y autoridades; “todo lo
sólido se desvanece en el aire”, “caminante, no hay camino”— se dice—; se rescata
del polvo a un pensador nihilista como Nietzsche y se lo venera como a un
profeta…y, lo que es más preocupante, los principios morales no son tenidos en
cuenta en la vida pública y privada: amoralismo práctico, adscribiéndose la
gente a un cínico pragmatismo: Cultura de muerte y de vacío, como lo expresan
estos textos:
"El nihilismo tiene, a saber, literalmente
una sola verdad que decir: que al final la nada prevalece y que el mundo no
tiene significado." Helmut
Thielicke: El Nihilismo: Su origen y naturaleza.
El Macbeth de Shakespeare resume elocuentemente la perspectiva
existencial del nihilismo, desdeñando la vida:
¡Apágate, apágate, corta vela! La
vida no es sino una sombra pasajera, un mal actor que se pavonea y que teme su
hora sobre el escenario. Y luego no se escucha más.Es un cuento contado por un idiota, lleno de
sonidos y furia, sin ningún significado
Por último, el relativista reduce
la validez a la vigencia: son válidas para cada cultura —y sólo para ella—las normas que la mayoría cree que deben cumplirse, aunque de hecho no
las cumpla. No hay normas válidas universalmente.
Escepticismo, relativismo y nihilismo son las musas inspiradoras
del ethos occidental postmoderno:
cinismo desengañado y vacío espiritual.
Si todo quedara en dar cuenta del hecho de la variedad de
opinioneso del ocaso de los valores
morales, la cosa no sería preocupante, porque ni los hechos nilas modas culturales crean la verdad y puede
esperarse que algún día esos valoresvuelvan a ser respetados y considerados como válidos para el universo
del género humano. Pero estas formas de pensar —afirman—no es meramente una
cuestión de hecho, sino que obedece a la naturaleza de las cosas, más precisamente,
al tenor de los juicios morales. Este es el punto crucial. Para estas personas
lo esencial no es que de hecho asistimos
al ocaso y la banalización de los valores morales, sino que no puede ser de
otra manera. Por consiguiente, lo más sensato—dicen— es adscribirse a un sano escepticismo
o, por lo menos, a un lúcido relativismo, aunque suene paradójico.
¿En qué se fundamentan para afirmarla coherencia de sus posturas?
Ninguna de ellas representa una postura de avanzada, más bien
significaretroceder a una antigua
manera de entender lo moral. En efecto, fueron los sofistas de la Grecia antigua los que inauguraron
esta tradición. Desecharon la idea de que existan cualidades morales objetivas que
califiquen a las personas y que, por
ende, puedan ser objeto de conocimiento
racional, como lo enseñaba Sócrates. Lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo
son sólo productos del convencionalismo social y del parecer de cada uno.
Heredera de esa tradición, en el siglo XX la filosofía analítica ha hecho resucitar la
idea de que las palabras y
enunciadosmorales no dicen nada sobre
la realidad objetiva sino que sólo expresan estados de ánimo del sujeto.
En consecuencia,los
juicios moralesno pueden serverdaderos ni falsos —y por lo tanto válidos para todos— porque no
son verificables. Sólo expresan sentimientos, actitudes y emociones del sujeto
que emite el juicio, estados que están afectados por diversos factores, ninguno
de los cuales es idéntico a los que afectan a otros sujetos.
Por ejemplo, según esta postura el enunciado “matar es malo” no
es verdadero ni falso, sino un enunciado
que en boca de determinado individuo expresa
el rechazo que siente por la acción de
matar. Puede pensarse con toda razón que debe de haber sujetos a quienes el matar
le caiga fantástico sin queimplique
para ellos algún problema de conciencia. Se sigue de esto que, si matar o no
matar depende del sentimiento de cada uno, nadie puede ser juzgado por hacerlo
o dejar de hacerlo ya que sobre gustos no hay disputa.
Otro ejemplo: ¿Abortar es bueno o es malo?Estas personas contestarían que no es ni
bueno ni malo en sí o que es tanto bueno como malo, pero no objetivamente ni lo
uno ni lo otro. Ninguna de las alternativas tiene fundamento, de modo que la
mujer tiene que optar según su sensibilidad, a solas con su libertad Que si la mujer que se lo plantea lo siente como aceptable, abortar está bien
para ella, es decir, concuerda con su sentido moral; si, en cambio, lo siente
como detestable, abortar está mal. El planteo de si está bien objetivamente o
no, no tiene sentido en esta manera de entender los juicios morales. No hay hechos ni verdades morales. No hay
personas malas ni buenas, ni acciones malas ni buenas. Sólo hay personas auténticas
o inauténticas y que son juzgadas por otros sin razón como malas o como buenas
según la sensibilidad de cada uno.
Resumiendo: El argumento que sostiene la postura de escépticos,
nihilistas y relativistas morales es la
tesis de que bondad y maldad no son
valores objetivos de los actos humanos —los cuales serían moralmente
indiferentes—, sino que bondad y maldad son valoraciones del sujeto acerca de
las personas y sus acciones. Desde este punto de vista, el hecho de la
dispersión de parecereses perfectamente
lógico.
Si esto fuera así, se justificaríansus opiniones y seríamos unos ilusos lo que
creemos en los valores morales. Nos asiste el derecho de preguntarnos:¿Es así?
Veamos.
Antes que nada debo decir que no estoy de acuerdo
con el postulado de los sofistas. Mi propio postulado es que los juicios
morales se refieren a realidades
objetivas presentes en las personas y en sus acciones y que en consecuencia hay
juicios morales verdaderos y falsos. Y que como tales son válidos para todos,
aunque puede suceder que haya sujetos que no alcancena verlo claramente.
Abusando de tu paciencia, voy a tratar de explicarlo.
Los actos humanos son acciones libres y concientes. Por experiencia interna y
externa nos consta que esta clase de acciones tienen existencia en la vida real.
Como somos nosotros mismos los que las producimos, y porque lo decidimos
libremente nos sabemos responsables de
implantarlos en la realidad y de las consecuencias que acarrean para los demás
y para nosotros mismos. La realidad se vuelve más penosa o más agradable en
mayor o menor medida gracias al tenor de nuestras acciones. No da lo mismo para
la vida humana en el planeta que todos arrojemos nuestros desechos a la calle contaminando
el ambiente y perjudicando a todo el mundoo que los dirijamos a donde no perjudiquen a los demás. No es lo mismo
para la vida humana que todos nos dediquemos a la rapiña o que nos ganemos el
pan con el sudor de la frente. Quiero decir, las acciones humanas son cosas
reales y sus efectos benéficos o perjudiciales para la vida son también reales.
La realidad se ensucia y la vida se vuelve más corta y miserable.
La acción deliberada y dirigida abeneficiar la vida porta un valor que
cualquier ser humano reconoce y aplaude: el valor moral o, si se quiere, la
bondad. Así mismo, la acción humana que perjudica a la vida porta un antivalor
que todo el mundo reprueba: la inmoralidad ola maldad.
El valor moral es tan real como la acción que
califica. Bondad o maldad de las acciones humanas no son entelequias o
fantasías: son realidades operantes en la vida real, tanto que crean un mundo
feliz o un mundo infernal.
Cuando falta la bondad en los seres humanos y sus
acciones, se siente su ausencia y se
sufre la presencia de la maldad. Cuando las acciones humanas están llenas de
maldad en todas sus formas, la vida se vuelve insoportable y se “clama al
cielo” por una liberación. Tanta es la consistencia del mal moral que hasta se
lo ha imaginado como un ángel de las tinieblas, como un semidiósque atribula a los hombres y busca su
desgracia. El horror que sentimos ante las acciones perversas no son más que la
confirmación de la cuasi sustantividad del mal moral.
El valor moral —como todas las clases de valores—
es una cualidad objetivaque se
manifiesta en el encuentro de la realidad con el sujeto. El ser humano no crea
el valor, sólo lo siente, como el ojo no crea la luz. No todos los seres
humanos tienen la misma capacidad de visión ni todos la misma sensibilidad para
los valores. Por eso se dan diversas opiniones frente al valor moral de las
acciones humanas y parece que fuera relativo El valor negativo de “matar” es
invariable; lo que varía es la conciencia de los hombres y la imputabilidad de
tal acción debido a las circunstancias. El ciego no ve no porque no exista la
luz, sino porque a él le falta sensibilidad. Creo que a escépticos, nihilistas
y relativistas les pasa algo semejante, con todo respeto.
“¿Tu
verdad? No, la Verdad,
/ y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela.”
Antonio
Machado
Algo duro don Antonio. Sepamos comprenderlo: En su tiempo aún no habían cundido el pensamiento débil y la verdad relativa. Hoy sí, y no sé si celebrarlo o ponerme a llorar.
Verdades en pugna.
(Diálogo de sordos en el fin del
mundo)
Dos filósofos del estaño
discuten sobre cuál es la verdad verdadera, en un bar del fin del mundo. Han
pasado unas cuantas horas y unas cuantas copas polemizando sobre la verdad, pero
no logran ponerse de acuerdo. Uno cree que si la verdad es la verdad de todos,
no es verdad; el otro, que si la verdad es sólo personal, no es verdad. Yo los
escucho con curiosidad por saber si logran sacar algo en limpio.Aquí te cuento lo que están diciendo. A uno
llamaré “El relativista”; al otro, “El absolutista”. El relativista: Ser relativista es muy piola, che. Intentálo. No hace
falta que te hagás problema por averiguarsi algo está
bien o está mal en la realidad objetiva —que vaya uno a saber cuál es, si es
que la hay—, sino si a vos te parece bien o no. Por ejemplo, si tenés ganas de
violar a una mujer, basta que vos lo veas bien y ya está; estás habilitado.
Nadie puede juzgarte, porque tu verdad
es la que vale para vos.
El absolutista: Pero che,
todo el mundo condena la violación. Por algo debe ser.
El relativista: Los demás que piensen lo que quieran. Si creen que
nunca deben violar a una mujer, pues que no lo hagan. Pero no por eso van a ser
mejores que vos. Nada más serán distintos. Y entre diferentes lo que
corresponde es la tolerancia, no la descalificación o la condena en nombre de
no sé qué principio absoluto. ¿Por qué va a prevalecer el criterio de los demás por sobre el tuyo, si
no hay un criterio patrón con que medir los criterios de cada uno?
El absolutista: ¿Te parece, che?A mí me parece que una cosa es la realidad y otra cosa son las opiniones
de cada uno. La violación es un mal real, no una acción ni buena ni malacuya índole moral dependa de la mirada del
sujeto. Las opiniones no pueden cambiar la realidad. Quienno vea que la violación es un mal real,
simplemente es un obtuso moral.
El relativista: ¿Por qué va a ser la violación una realidad mala
independientemente de quien la juzgue? ¿En
qué entidad real radica su maldad?
El absolutista: En que es un
daño físico y psicológico que un individuo le hace a otro.
El relativista: ¿Y por qué dañar al otro va a ser intrínsecamente
malo? La bondad o maldad depende de la intención del sujeto y de la situación.
Según las circunstancias, dañar a otro puede ser bueno. Un cirujano que corta
la pierna gangrenada deun sujeto realiza un acto de bondad. Ya ves, la bondad
es relativa a la situación.
El absolutista: Admito que me
expresé mal. Quise decir que la inmoralidad de nuestros actos consiste en
destruir la subjetividad del otro. Por ejemplo, la violación significa tratar
al otro como una cosa, como un útil para mi placer, agraviando su dignidad y su
libertad.
El relativista: Mirá, yo creo
que no hay realidades malas o buenas. La realidad es lo que vemos y ni yo ni
nadie vemos la maldad ni la bondad de los actos humanos, sino sólo su realidad
física. Los calificativos de bueno o malo son sólo expresión del agrado o
desagrado que tales actos nos causan. Cada quien lo siente distinto, por eso la
bondad o la maldad es relativa al sentir de cada sujeto.
El absolutista: Te concedo
que la realidad es lo que vemos, pero lo que vemos no es sólo su realidad
física, sino también la realidad ideal y la axiológica. Para ello estamos
dotados de sentidos, inteligencia y sensibilidad o intuición emocional. Por la
sensibilidad vemos los valores de las cosas, su hermosura, su bondad o su
maldad etc. Frente a los valores morales esa sensibilidad se llama conciencia moral.
Así como se cultiva la conciencia intelectual para que sepa ver la idealidad de
las cosas naturales, se puede y se debe cultivar la conciencia moral para que
sea más sensible a la calidad moral de las acciones humanas. La calidad moral
de las acciones es siempre la misma; lo que varía de sujeto a sujeto es la
capacidad de su conciencia. Sucede como con las matemáticas: sus teoremas son
inmutables y unívocos, pero la comprensión de tales teoremas varía de sujeto a
sujeto según la capacidad de su inteligencia.
El relativista: La sensibilidad no puede ver lo que no hay en las
cosas. Es meramente una reacción afectiva de cada sujeto frente a situaciones
de la vida. Nos gustan o no nos gustan ciertas cosas y, como dicen, sobre
gustos no hay disputa
El absolutista: Decíme, flaco, Hitler hizo matar a seis millones de
judíos. ¿Cómo te impresiona a vos? ¿Lo sentís como agradable o como
desagradable? ¿Te gusta o no te gusta?
El relativista: Lo siento como horroroso, pero no tengo derecho a
juzgar a Hitler porque no sé cómo lo sentía él. De hecho, hay quienes aplauden
tal matanza.
El absolutista: ¿Y por qué te parece que casi toda la humanidad la
siente como horrorosa? ¿No será porque el hecho mismo de esa matanza es una
realidad espantosa que causa sentimientos
de horror a quienquiera que tenga noticia de lo ocurrido?
El relativista: No todos lo
sienten así. Ya te dije: Hay quienes levantarían un monumento en honor de
Hitler. Quiere decir que la “espantosidad” de sus acciones no es una realidad
tangible.
El absolutista: Es que la percepción del bien o del mal de las
acciones humanas requiere tener una conciencia cultivada, tanto o más cultivada
que la conciencia intelectual. Si esos admiradores de Hitler reflexionaran tal
vez verían la perversidad de la “limpieza étnica”.
El relativista: ¿Ver la perversidad? Eso parece platónico. Como si
la perversidad fuera una entidad fantasmal, un espectro, que podemos alcanzar a
“ver”. ¿Quién ha visto alguna vez a la perversidad?
El absolutista: ¿Y quién ha
visto alguna vez a la ley de gravitación? No la vemos, pero sabemos que es algo
real ¿Alguien alguna vez vio las leyes de la estática? No. Pero si un
constructor de puentes no las tuviera en cuenta, correría el riesgo de ver su
puente derrumbado. Lo mismo sucede con los valores morales que califican a las
personas. No los vemos ni los tocamos con los sentidos corporales, pero los
vemos con los ojos de la sensibilidad, metafóricamente, con los ojos del
corazón o intuición emocional. El corazón no crea el valor, sólo lo aprecia,
como el ojo no crea la luz, sólo la ve. Porque tenemos corazón, sensibilidad,
el mundo puede desplegar ante nosotros su concierto de valores, como la luz nos
puede ofrecer su espectáculo de colores porque tenemos ojos para verlos. A la
inversa, porque el mundo es valiosonosotros podemos sentir amor, aprecio,
arrobamiento, éxtasis…
El relativista: No es lo mismo. Las leyes físicas operan en el mundo
físico, lo cual no sucede con las leyes morales, que sólo operan en la conciencia de los sujetos.
Las leyes físicas determinan a las cosas reales de modo inexorable, unívoco y
universal;las reglas morales, en
cambio,exigen a cada sujeto de modo distinto, o exigen acá pero no exigen
allá. Por eso cada uno tiene una opinión distinta de qué es perverso y en qué
medida lo obliga.
El absolutista: La obligación moral es una experiencia universal de
los seres humanos; puede variar su contenido pero todo sujeto normal se siente
obligado por algunas cosas que exigen ser respetadas. Esta universalidad ha de responder
a algo real. Ha de haber algo en ciertas acciones que suscita el mismo rechazo
en todos los seres humanos. Por ejemplo, ha de haber algo disvalioso
objetivoen el mentir quemotiva su rechazo universal. Es su valor
moral, que es tan objetivo como su realidad física.
Te cuento: Los muchachos
siguieron discutiendo hasta que el bar cerró y nos tuvimos que ir a casa, sin que
los contendientes alcancenel mínimo
consenso. Quedaron en seguir la disputa otro día, para ver si logranencontrar la quinta pata al gato. Cuando suceda te cuento.
“De qué le sirve al hombre
ganar todo el mundo si al final desperdicia su vida" Jesús de Nazaret
“Vivir se debe la vida de tal
suerte que viva quede en la muerte" Teresa de Avila
De mis años
de niño me han quedado algunas imágenes grabadas en la memoria. La más
vivaes de una cruz de madera clavada en el patio de tierra
de una capilla de suburbio. En el travesaño, pintada con letras grandes y bien
visibles, una leyenda llamaba la atención de los transeúntes con una frase que sonaba inquietante."Salva tu alma", decía.
Yo no sabía
qué significaba eso de "salvar" y menos aún la palabra "alma". Pero luego me
contaron que además de un cuerpo tenemos un alma, que ésta es espiritual, que
no muere jamás yque luego de la muerte
del cuerpo tiene dos destinos posibles por toda la eternidad: salvación o
perdición, eternidad feliz o desgraciada, según cómo uno haya vivido la vida.
Aquellas
primeras exhortaciones y enseñanzas
dejaron en mí una convicción que no me ha abandonado a lo largo de los años:
que la salvación del alma es la más importante tarea que se debe atenderen la vida y que esa salvación depende de uno mismo; que todo otro proyecto debe subordinarse a éste y que lo más sensato es consagrar la vida a conseguir ese tesoro.
El problema era saber cuál es el camino, porque hay muchas formas de vivir la vida y no sabía bien cuál era la conducente a lo que yo pretendía. Con todo empeño ensayé varios derroteros espirituales, pero en ninguno encontraba un camino de salvación. Con todo, no me daba por vencido: Viví entre monjes, viajé a lejanos conventos, escuché coferencias de gurús orientales, escudriñé los libros sagrados de una y otra religión, leí filosofías de todo tipo y sólo logré una terrible maraña de opiniones que me dejaron totalmente confundido.
Pero como no hay mal que dure cien años un día descubrí que el camino que estaba buscando era muy sencillo. Lo encontré en las palabras que el evangelio de Mateo atribuye a Jesús de Nazaret: "Ven, bendito, a recibir el premio que mereces por tu vida. Porque tuve hambre, y me diste de comer;tuve sed, y me diste de beber, estaba de paso, y me alojaste; desnudo, y me vestiste; enfermo, y me fuiste a ver; preso, y me visitaste".
Allí también leí que si dedicaba mi vida a salvar mi alma, la perdería. Que debía descentrarme y olvidarme de mí y concentrarme en la salvación de los demás, en el orden terrenal como en el celestial. Me empeñé entonces en negarme a mí mismo y consagrarme a la felicidad del prójimo, pero no lograba despojarme del egoísmo, que me acompañaba como mi sombra en todo lo que hacía.
En eso andaba cuando me di cuenta de que mi camino de salvación era compartido por muchos hombres y mujeres de
buena voluntad que no profesaban fe religiosa alguna. Para ellos Dios, alma inmortal, vida eterna, salvación y perdición son palabras que no tienen significado. Sin embargo, demostraban la misma consagración a la promoción de los más necesitados que los creyentes en alguna religión; el mismo compromiso con la lucha por la dignidad humana, o mayor aún. Evidentemente no los impulsaba ninguna aspiración a una vida trascendente, pero debía haber algún valor superior a ellos mismos que justificara el sacrificio de sus vida. En ese valor que daba sentido a sus actos debía radicar su salvación
Comencé entonces a pensar en la salvación de los seres humanos que no tienen fe en la vida eterna pero creen que hay ciertos valores que llaman a empeñar la propia vida. Lo que te cuento aquí es lo que he alcanzado a barruntar sobre el tema, sin ser un entendido ni mucho menos. No pretendo más que expresar mi parecer, tal
vez una burrada. Me animo a hacerlo porque sé que cuento con tu benevolencia.
¿Qué puede significar "salva tu alma" para aquel que no tiene fe en la vida eterna?¿De qué tiene que
salvarse? ¿Cuál es el bien supremo a alcanzar que lo justifica ante sí mismo?
Salvarse
significa librarse de la posibilidad de sufrirun mal terrible. ¿Cuál sería ese mal del que habría que librarse para
salvar la propia alma, en términos puramente seculares?
Permíteme anticiparte mi opinión: Ese mal terrible sería la frustración total del alma. El bien supremo consistiría en la plena realización de la propia humanidad. A ver si lo alcanzo a exponer claramente.
Desde un punto de vista secularizado no corresponde decir que el alma sea una entidad que pueda tener una existencia separada del cuerpo, como lo creen el platonismo y las religiones. Desde ese punto de vista y siguiendo en esto a Aristóteles, diría que alma es aquello que constituye
esencialmente a los seres humanos,diferenciándolosde los demás
animales. En consecuencia, todo ser humano es materia y alma. El alma
es lo que hace que el cuerpo del hombre no sea puramente animal.
Pero el alma así entendida no es una realidad
dada de manera completa al ser humano desde que comienzasu vida, sino un talento a cultivar, una
potencia o capacidad de ser que uno puede realizar o dejar de hacerlo. Sucede de modo semejante a un hombre que viniera al mundo congran capacidadde violinista. Si se ejercita, puede llegar a serlo en forma eminente. Si, por
el contrario, deja enterrada esa capacidad, por indolencia o desinterés, quedará estancado en violinista mediocre.
Uno es ser
humano desde que es concebido, pero lo es sólo como composición de realidad y posibilidad. Esa posibilidad
necesita ser llevada a cabo por la persona misma, no se realiza espontáneamente.
Si la persona no se ocupa de concretarla, quedará en posibilidad, pero posibilidad
frustrada.
Perder el
alma es, entonces, malograr la posibilidad de llegar a ser un ser humano de
excelencia y quedar estancado en un ser humano pequeño y miserable. Es malograr el talento más importante con que hemos venido al mundo: nuestra propia humanidad. ¿Cuáles son
las conquistas que al cabo de sus días hacen que un ser humano pueda sentir que ha alcanzado la salvación terrenal?
Hay muchas
opiniones al respecto. Hay quienes piensan que la propia salvación depende de haber logrado poder, o amores, o riqueza, o
fama, o aplauso, o cargos honorables…Yo tengo mi opinión. Te la cuento sin ninguna
pretensión de originalidad ni mucho
menos.
No creo que dependa de los éxitos en aspectos secundarios de la persona, como ser la realización profesional, o económica, o amorosa, o política, etc. porque son aspectos parciales de la vida y aquí de lo que se trata es de la realización de la persona humana como tal, es decir, de lo que constituye su núcleo esencial y cuyo fracaso invalida todos los éxitos en los aspectos parciales y cuyo buen resultadoresta toda la importancia que puedan tener los fracasos en tales aspectos.
Voy a
seguir la huella de Aristóteles: de la experiencia a la idea. No haréun recorrido por las teorías sobre la
cuestión, sino que trataré de ensayar una respuesta a partir de los casos de
personas concretas que me han impresionado como hombres y mujeres ejemplares en
humanidad. No porque me parezca inadecuado el otro método,sino porque no me siento capacitado para
hacer ese tipo de recorrido.
¿Qué
personas concretas representan para mí ejemplos de vidas realizadas, que han alcanzado la salvación en la tierra y por qué?
Creo que
Luther King es un ejemplo de vida realizada.
¿Por qué? Porque dedicó su vida a luchar por
la libertad y la felicidad de los oprimidos en su país. Al margen de los
resultados de su lucha, que sin duda han sido importantes, vale el propósito
que lo alentó: la intención de hacer justicia al pobre. Supo ser fiel al
llamado de su espíritu cristiano que lo animaba a imitar a su dios, aquel dios que
mereció el elogio del profeta: “Se yergue nuestro dios en la asamblea de los
dioses para hacer justicia al pobre”
Creo que
Iqbal Masih es también un ejemplo de vida realizada
¿Por qué?
Porque entregó su juventud a la causa de los niños esclavos en Pakistán a pesar
de las asechanzas de los explotadores, que acabaron con su vida. Corta pero
magnífica vida. Gracias por tu ejemplo, Iqbal
El doctor Laureano
Maradona es un ejemplo de vida realizada
Porque
dedicó su vida a la atención de los pobres más pobres: los indígenas de una de
las zonas rurales más remotas de Argentina. Pudo tener una carrera brillante de
médico de ciudad, pero eligió ser humanitario, logrando así una vida de
excelencia, a mi juicio.
El doctor
Henri Dunant es un ejemplo de humanidad
Porque se
compadeció de los heridos en las guerras y catástrofes y dedicó su vida a
aliviar sus dolores, creando para ello la Cruz
Roja.
El padre
Luis Orione es un ejemplo de vida bien lograda.
Porque se
consagró por entero a la atención de todos los que tuvieran un dolor o una
necesidad, creando innumerables instituciones humanitarias en todo el mundo. No son los únicos. Podríamos añadir muchísimos otros nombres ilustres y una legión de hombres y mujeres desconocidos que han hecho del don de sí mismos la norma de su vida. Gracias a ellos la humanidad no ha desaparecido de la faz de la tierra.
¿En qué
coinciden estos campeones en humanidad?A
mi juicio, en que supieron consagrarse al bien de los demás, socorriendo a lospobres, los oprimidos y los excluidos y sacrificando su vida personal por ellos. Todos ellos
perdieron su vida, porque dejaron de lado sus gustos,sus intereses y sus afectos. Murieron muchas veces, pero triunfaron como seres humanos.
No importa si fueron creyentes o materialistas. Lo decisivo es que supieron consagrar su vida a la salvación de los demás, en cualquier aspecto en que el prójimo necesita ser salvado
Y creo que todos ellos, creyentes, agnósticos o ateos, salvaron sus almas de la muerte definitiva porque no eligieron salvarse a sí mismos aunque les costara mil muertes en la vida presente.
Gracias por
tu amable atención.
Raul Czejer
No te salves.
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Cuando comenzó a cantar el gallo me di cuenta con alivio de que llegaba la
madrugada. El tiempo estaba muy pesado y no me había dejado dormir. No bien el
animalejo acabó de ejecutar su concierto, un estallido de luz iluminó la
estancia y al momento el retumbar de un trueno rodó por la bóveda del cielo.
—Parece que va a llover —pensé sin mucha
imaginación.
Miré porla ventana hacia el campo iluminado a intervalos imprecisos y vi que se acercaba un frente de tormenta. Negras
nubes encendidas de relámpagos presagiaban un temporal.
—Debe ser Santa Rosa —diagnostiqué, sumándome a la
creencia popular, por pura rutina, nada más.
No bien había asegurado puertas y ventanascuando el viento del sudoeste golpeó con violencia la
casa haciendo tremolarlas chapas del
techo como queriendo arrancarlasde las clavaduras,
silbando en las rendijas y agitando de un lado a otro las ramas de los sauces del
patio trasero.
—Esel
pampero. Si llueve mucho el arroyo va desbordarse y me será imposible atravesarlo —pensé. Era
evidente que no podría ir al pueblo porque corría el riesgo de no poder
retornar.
Volví a la cama para esperar que
amaneciera. No bien me acosté, sentí el tamborileo de gruesas gotas sobre el
techo de chapas
—¡Qué placer escuchar el sonido de la lluvia! —exclamé y me
dispuse a disfrutar del momento que me regalaba la primavera, ese año excesivamente
lluviosa, a causa de la corriente de El Niño, según decían los pronosticadores
en los medios.
—Tal vez llueva todo el día, así que voy a
aprovechar para holgazanear un rato. Un poco de ociosidad me
va a venir bien —me dije complaciente conmigo mismo, cosa fácil para mí, como
para la mayoría de los mortales, sospecho.
De pronto ladró el perro, que dormitaba
vigilante bajo el alero del frente. Al instante cantó el tero y supe que
alguien estaba cerca de la casa. Era raro. La casa estaba lejos del pueblo, más
allá del arroyo, donde casi todo era baldío y sólo se veía uno que otro rancho
aquí y allá, recostado en algún espinillo retorcido. Yo me había refugiado allí
para poder hacer lo mío sin que nadie me moleste, harto de la competencia y de la
guerra de todos contra todos en la ciudad. No tenía relación con los escasos vecinos ni me interesaba
tenerla. No quería problemas. El más cercano vivía como a trescientos metros y
era para mí un perfecto desconocido. Yo tenía la convicción de que el infierno eran los otros, así que no quería
vínculos con nadie y seguía el consejo de Martín Fierro: “Su esperanza
no la cifren nunca en corazón alguno. En el mayor infortunio pongan su confianza
en Dios. En los hombres, sólo en uno, con gran precaución en dos”. ¿Misantropía? Tal vez, pero mi
experiencia me decía que cuanta más cercanía, más oportunidad de conflictos con
los demás, más roñas y pendencias. Adhería sin crítica al juicio de Séneca, que en un rapto de cinismo
confesaba: “Vuelvo más avaro, más
ambicioso, más sensual, aún más cruel y más inhumano, porque estuve entre los
hombres”. Pero desde aquel entonces ha pasado mucha agua sobre mí.
—¿Quién será a estas horas? —me dije cuando oí
que alguien golpeaba las manos
Me vestí como pudey miré por la ventana. La lluvia arreciaba y
el viento arrachado pugnaba por volar todo en su loca carrera. A duras penas
pude distinguir una figura borrosa en la espesura de la noche. Era una sombra
sin rostro que seguía golpeando las manos frenéticamente junto a la tranquera.
—¿Quién es? —grité para hacerme escuchar en el
fragor del temporal.
—Soy el vecino —dijo la sombra a voz en cuello.
Un relámpago corrió por un instante el velo de
tinieblas y alcancé a ver la cara de un
hombre. Era como un espectro en el escenario fantasmal del campo.
—¿Qué pasa? —pregunté intrigado por lo inusual
de la hora.
—Sucede que mi mujer está por dar luz y no
puedo llevarla al pueblo porque no tengo cómo hacerlo.
—¿Y yo qué puedo hacer? —pregunté disimulando
mi fastidio.
—Si me ayuda, entre los dos podemos asistirla
en el parto —respondió el vecino.
—¡Huy, no! Yo no sé nada de partos —mentí,
porque algo sabía del tema. La razón verdadera era que no quería involucrarme
en problemas que no me concernían y perder así mi momento de placer.
—Cuatro manos pueden hacer más que dos, aunque
sepamos poco —me contestó con lógica de hierro.
—¿Qué le digo a este tipo? Ya sé: Le haré una
propuesta loca que no podrá aceptar —me dije,creyéndome un gran estratega.
—¿Y si intentamos llevarla al pueblo? Si le parece,
preparo ya mismo el sulky —propuse, esperando que lo creyera una locura y me
dijera que no, por la furia de la tormenta.
—Bueno. Voy a avisarle, así se queda tranquila.
Lo espero. Gracias compadre —aceptó dejándome sin excusas.
—Sonamos. Hasta me llama compadre —pensé entre malhumorado y risueño---. Adiós
mi dormir al arrullo de la lluvia. “Nunca faltan encontrones cuando un pobre se
divierte”—refunfuñé repitiendoa Martín Fierro.
Resignado a mi mala suerte y renegando de mí
mismo preparé el sulky como para afrontar la lluvia
y salí.
—¡Qué lío! ¡Quién me habrá mandado a ofrecerme
para llevarlos! —pensé enojado conmigo mismo. Pero la mano ya estaba en la
trampa y no había más remedio que aceptar la realidad.
Cuando llegué a la casa del vecino ya me
estaban esperando. Acomodamos como se pudo a la mujer en el carruaje y partimos
sin demora, adivinando la huella a la luz repentina de los relámpagos. Por
suerte faltaba poco para el amanecer.
El camino era un barrizal resbaladizo pero como
no era muy transitado se podía recorrer sin mucho problema. El problema era el
viento y el arroyo amenazante.
Llegamos al arroyo cuando aún no había
desbordado y podíamos vadearlo con alguna precaución. La corriente ya era
intensa y pugnaba por arrastrar el carruajelanzando al agua a los temerarios pasajeros. Como no podía fallar, se
cumplió la ley de Murphy: en medio del arroyo una ráfaga de viento venció la
precaria estabilidad del sulky inclinándolo peligrosamente y arrancándole la
capota, que desapareció al instante en la vorágine del río. Yo viajaba en el
pescante; no alcancé a sostenerme para
evitar la caída yfui a dar con mi
osamenta en el arroyo. Por suerte pude asirme de unos arbustos evitando que la
corriente me arrastrara. Pero mi situación era precaria y no podría resistir
mucho tiempo. Mientras tanto el vecino se desesperaba por sacar el sulky del agua embravecida. La rama
se rompió y sentí que me hundía. “Es mi fin”, me dije y me abandoné a la fuerza
del destino. De pronto, cuando ya todo parecía perdido sentí que alguien me
tiraba con fuerza del cabello. Abrí los ojos y vila orilla barrosa y una cara que me miraba
preocupada. Era mi vecino, que había acudido
a socorrerme. Gracias a él estoy vivo.
No sé si por el susto o porque había llegado la
hora, la mujer comenzó a tener trabajos de parto. Era evidente que no alcanzaríamos
a llegar al pueblo antes de que naciera la criatura.
Volvimos al carruaje y nos dispusimos a
afrontar lo que viniera. Le dije al vecino que manejara mientras yo me ocupaba
del parto. No habíamos andado unas cuadras cuando se produjo el alumbramiento. Con
lo poco que sabía me las arreglé para ayudar a la mujer; por fortuna todo sucedió como la naturaleza lo
tenía programado. Era un niño. Berreaba como si lo estuvieran matando. No era
para menos. Llegaba al mundo de los hombres en medio de un temporal y bañado
por una lluvia impiadosa.
Llegamos al pueblo cuando ya era de día y nos
dirigimos al hospital.Me llamó la
atención el inusual vacío de las calles. Todo estaba cerrado y en silencio.
Llegamos
al hospital: cerrado. En una de las puertas un cartel nos informaba la razón: “Paro
general. Sólo se atienden emergencias por guardia”. Era un cartel mentiroso,
porquela guardia estaba desierta.
—Sonamos —le dije a mi vecino—. ¿Y ahora qué
hacemos?
—Hay un sanatorio en la calle central. Tal vez
ahí nos atiendan —contestó.
Hacia allá nos dirigimos. Por suerte estaba
abierto. Nos atendió una recepcionista con cara de “¿tan temprano vienen a
romper?”.
—¿Cobertura? —preguntó y comenzó a limarse las
uñas con la seguridad de que no había tal cosa.
—Sí —contestó el vecino—. La traigo tapada con
una frazada.
—Le pregunto si tiene seguro social.
—No; trabajo por cuenta propia.
—La atención cuesta quinientos pesos.
—Sólo tengo cincuenta que me pagaron por un
trabajito de jardinería —dijo el vecino
—Entonces no la podremos atender —respondió
como si fuera una computadora.
—Un momento. Yo me haré cargo de los gastos
—tercié en la conversacióny me asombré
de lo que estaba diciendo.
—Son quinientos por la consulta y quinientos
más como garantía por si hay que internarla algunosdías —dijo la fulana como quien recita una
letanía.
—Le pago quinientos y voy al banco a buscar los
restantes. Tardaré un rato.
—No puede ser, porque hoy no hay bancos, por
huelga —dijo con indiferencia.
—Le pago con tarjeta de crédito o de débito, la
que prefiera.
—No es posible. Se cayó el sistema y los
técnicos están de huelga.
—Le dejo en garantía este reloj que vale mucho
más de quinientos pesos.
—No soy tasadora de relojes ni estoy autorizada
a tomar objetos en garantía— objetó con frialdad y siguió limándose las uñas.
—A esta mina le emboco un sopapo en cualquier
momento —pensé, pero me contuve y ensayé una nueva propuesta.
—¿Qué le parece si voy a buscar los quinientos
pesos a mi casa? Tardaré un rato largo. Mientras, atiendan a la señora. Le doy
mi palabra de que tendrán su dinero.
—Bueno, pero me tiene que firmar un pagaré.
Cuando usted pague, se lo devuelvo.
Firmé el documento y salí al viento y a la
lluvia. Fui hasta la casa y volví con los benditos quinientos pesos. Una vez
que había pagado, la fulana me informó que la vecina debía quedar internada
porque había peligro de infección, dadas las condiciones del alumbramiento.
—Chau quinientos pesos —pensé con resignación y
sin lamentos. Ni yo podía creer lo que estaba haciendo.
Pasé a saludar a los vecinos y a ofrecerme para
trasladar a la familia de regreso a su casa cuando le dieran el alta a la
señora.
—Gracias, amigo. Le avisaremos. Por mi parte, cualquier
cosa que necesite, dígame nomás — ofreció
el vecino—. Yo me llamo Juan y mi mujer, María. Gracias por todo.
—No fue nada. Gracias a ustedes por confiar en
mí aunque no me conocieran. A propósito, yo me llamo José.
—Lo conversé con mi mujer y nos gustaría que
saliera de padrino. ¿Qué le parece?
—Con mucho gusto, Juan. Tendré que aprender el
oficio.
Volví a la casa al tranquito del caballo. Me
sentía raro. ¿Era yo el que había hecho todo eso? Sentía que algo, no sabía qué en ese momento, estaba
cambiando.
El temporal había cesado y el sol volvía a
brillar en el firmamento.