viernes, 25 de mayo de 2012

El lado oscuro de la cultura




                                                      Mi pequeño raulí

Viajando por el sur de Chile se me dio por comprar un plantín de raulí que apenas sobresalía de los bordes de la macetita de plástico. “Voy a plantarlo en el jardín  de mi casa, para que me dé sombra en verano y flores en primavera”, me dije ilusionado.
Deseoso de brindarle el mejor de los cuidados estudié todas las características de la especie en un gran manual sobre árboles del bosque subantártico. Con gran sorpresa me enteré de que el arbolito que había plantado en el centro de mi primoroso jardín francés iba a alcanzar con los años cuarenta metros de altura y su tronco, hasta dos metros de diámetro. “Demonios —exclamé—, voy a tener que hacer algo, si no este monstruo me va dejar sin  jardín   y los vecinos van a protestar por temor de que un viento lo derribe sobre sus casas”
 Compré un manual que decía en su tapa: “Cómo domesticar árboles salvajes”, y me propuse educar a mi raulí para que aprendiera a vivir entre la gente. Lo trasplanté a  una maceta reducida y lo podé y le recorté las raíces una y otra vez. Poca agua, poca tierra, poco espacio, poca libertad eran mi política para con él. Lo ahogué y lo oprimí por todas partes. Así lo fui educando a fin de que respetara los justos límites que admite la convivencia, según yo lo entendía.

 Logré un curioso raulí, enano, bien formadito y a tono con mi jardín francés, que florecía en primavera unas flores minúsculas de un verde desvaído y en mayo unos frutitos miserables color amarillento, y que no servía para que los pájaros cantaran en sus ramas.
Yo lo contemplaba —no sé si orgulloso o avergonzado de mi obra—, pequeño y humillado, luciendo sus hojitas lanceoladas sobre la mesita ratona del living,  y reflexionaba sobre el costado perverso de la cultura, que impone su poder a la naturaleza indefensa, para reducir su proyecto de grandeza a la medida de los  proyectos humanos, minúsculos y miserables como los frutos de mi raulí.
                                                                                                  Raúl Czejer


Te invito a que leas los párrafos que siguen. Están extractados de un ensayo de Ignacio López-Vicuña publicado en la Revista Chilena de Literatura en noviembre 2009 . Mi agradecimiento  al autor y a la revista.
López Vicuña analiza, en dos novelas del escritor chileno Roberto Bolaño, cómo se entremezclan  en la cultura las dimensiones de barbarismo y civilización.
Para reflexionar sobre  manifestaciones culturales actuales, impulsadas por todos los medios y sin mayores análisis, como "avances en humanidad", sin advertir la barbarie que implican.



MALESTAR EN LA LITERATURA: ESCRITURA Y BARBARIE EN ESTRELLA DISTANTE Y NOCTURNO DE CHILE DE ROBERTO BOLAÑO

'No existe un documento de la cultura que no lo sea a la vez de la barbarie'.
Walter Benjamin.

"Así se hace la gran literatura en Occidente ".
Roberto Bolaño.

En la novela 2666, el personaje de Amalfitano, poniendo en práctica una idea de Duchamp, cuelga el Testamento geométrico de Rafael Dieste de un cordel para la ropa en el patio de su casa en Santa Teresa, dejando que el viento hojee el libro para ver cómo éste resiste al entorno. La idea es "dejar un libro de geometría colgado a la intemperie para ver si aprende cuatro cosas de la vida real" (251). Amalfitano explica que "lo he colgado ... para ver cómo resiste la intemperie, los embates de esta naturaleza desértica" (246). La imagen de un libro de geometría colgado de un tendero de ropa en Santa Teresa -imagen de Ciudad Juárez- emblematiza la tensión (y yuxtaposición) en las obras de Roberto Bolaño entre el intelecto y la vida salvaje, o entre las dimensiones civilizadas y bárbaras de la cultura. La imagen también evoca a Borges, en particular el relato "La muerte y la brújula", donde el análisis geométrico de la ciudad se conjuga con la violencia del crimen (Borges, Obras completas I, 499-507).

Es posible leer novelas como Los detectives salvajes, 2666, Estrella distante y Nocturno de Chile, como textos que hacen un viaje de la civilización a la barbarie. Todo comienza con talleres literarios y poesía, y termina con asesinatos, tortura y violencia, ya sea en el desierto del norte de México o en los bosques del sur de Chile. En Bolaño, la literatura misma adquiere una dimensión salvaje, o más bien funciona como zona de mediación o límite entre los impulsos más refinados y la pulsión bárbara de los personajes, ya sea en el caso de los practicantes de la "escritura bárbara" con resonancias neofascistas en Estrella distante, o en el caso de los poetas "real visceralistas" en Los detectives salvajes, quienes buscan hacer de la poesía una forma de comunión con la vida real1.

Estos indicios en la obra de Bolaño sugieren una afinidad con Borges, para quien el hombre -podríamos decir, parafraseando a Nietzsche- es una cuerda tendida entre el libro y la barbarie2. La distinción entre civilización y barbarie, instrumental para los proyectos civilizadores (y genocidas) del siglo XIX en América Latina, y todavía central dentro de las ideologías liberales y humanistas de nuestra época, constituye la base de un núcleo compartido por ideologías -tanto de derecha o de izquierda- que ven la literatura y la cultura letrada como instrumentos de progreso, civilización y humanización. Es precisamente a desmontar esta ideología que apuntan los textos de Bolaño, a quien le interesa utilizar la escritura para llevar al lector a un lugar incómodo donde se indistinguen civilización y barbarie, creación artística y violencia, salvación y condena. En este sentido a Bolaño, al igual que a Borges, le preocupa lo que podríamos llamar el reverso salvaje -o el doble siniestro- de la escritura.

Esta visión anti-humanista de la literatura comparte elementos significativos con la tradición literaria francesa, en especial con "poetas malditos" como Baudelaire y Rimbaud.3 En tales autores la poesía no puede humanizarnos pero sí puede forzarnos a mirar el lado oscuro o demoníaco de nuestra cultura, llevándonos a reconocer nuestra hipócrita complicidad, tal como lo sugiere el verso de Baudelaire: "hipócrita lector, mi semejante, mi hermano"4. El proyecto narrativo de Bolaño comparte este impulso de forzar al lector a reconocerse como "hipócrita" o -como dice en Nocturno de Chile- a "quitarse la peluca". Si bien para Bolaño la literatura no es una fuerza civilizadora, sí puede ser un testimonio del profundo malestar en nuestra civilización. Tal como lo señala el autor en una entrevista, la escritura significa "saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura es básicamente un oficio peligroso" (Herralde 101).

(…)

En un mundo donde se han borrado de manera tan evidente las fronteras entre civilización y barbarie, la pregunta por la cultura, y específicamente por la literatura, se vuelve urgente. La idea de Benjamín de que "No existe un documento de la cultura que no lo sea a la vez de la barbarie" (Benjamín 52) resuena fuertemente en estos textos. Para Bolaño, como para Benjamín, la barbarie puede ser representada por el fascismo; pero para ambos, el fascismo no es simplemente una forma política, sino una tendencia más profunda que atraviesa la civilización occidental moderna. Lo que los textos de Bolaño muestran es el ascenso de un fascismo ubicuo, insidioso, que permea la vida cotidiana, las relaciones sociales y la cultura.

En "Sobre el concepto de historia", Benjamin propone que el fascismo no es una "norma histórica", y por lo tanto no puede ser "superado" simplemente mediante el "progreso": "El asombro porque las cosas que vivimos sean 'todavía' posibles en el siglo veinte no es ningún [asombro] filosófico" (53). A nosotros nos cabe preguntarnos si es una actitud filosófica asombrarse de que 'tales cosas' hayan ocurrido en Chile recientemente. Todo lo que sucedió, parece indicar Bolaño, sucedió para dar origen a la nueva sociedad: la que vivimos hoy. En este contexto, la apuesta de Bolaño es mirar de frente el horror, la dimensión siniestra de la vida cotidiana, y "saber meter la cabeza en lo oscuro", desarrollando una escritura que expresa el profundo malestar de nuestra época.


Para leer, si gustas, el ensayo completo, aquí va su ubicación.

LOPEZ-VICUNA, Ignacio. MALESTAR EN LA LITERATURA: ESCRITURA Y BARBARIE EN ESTRELLA DISTANTE Y NOCTURNO DE CHILE DE ROBERTO BOLAÑO. Rev. chil. lit. [online]. 2009, n.75 [citado 2012-05-25], pp. 199-215 . Disponible en: <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-22952009000200010&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0718-2295. doi: 10.4067/S0718-22952009000200010.

Gracias por tu amable atención.


                                                                  





martes, 22 de mayo de 2012

La voz del silencio

LAMGEN
Aquellos ojos del color del color, a una
altura azul,
cunden copihues, humo de agua,
con tanto encanto blanco en el espíritu.

¿Había viento a aquellas horas o
eran abejas borrachas
trayendo miel y sangre
al panal de mi cráneo?

Porque el agua es hermosa
y el cielo es hermoso
y ambos son buenos amigos -dijo-

Porque la luz es la cruz de la estrella
y mis pechos la cruz de la luz...

Porque en silencio sabemos lo que somos,
a una altura azul:
el águila y el cisne,
el venado y el puma,
montañas de carne y hueso,
cementerio de la eternidad.


                                                            Jaime Huenún. (Chile)


                                                   La voz del silencio

 “Porque en silencio sabemos lo que somos”, me dijo  Jaime  cierto día . Deduje entonces que en el ruido  aprendemos lo que no somos, y me propuse entonces ignorar lo que el ruido me enseñó.

 Borré de mi mente la montaña de palabras que escuchara en tantas charlas con amigos, o en las radios, o en las canciones de los músicos de turno. Y olvidé el tronar de las máquinas, y el rugir de los motores, y   los sonidos del bosque, y el rumor del agua en el arroyo.

Después de mucho esfuerzo pude desprenderme del ruido del mundo y quedarme con la mente en blanco para escuchar la voz del silencio y llegar a saber lo que soy en realidad.

 El silencio nada dijo.

 Concluí entonces que soy un misterio para mí,  que no se puede expresar con palabras y que ante él sólo debo callar y dejar hablar al corazón.

                                                                                           Raúl Czejer