Una invitación a ver la vida con optimismo, responsabilidad y sentido trascendente -comoquiera se entienda esta palabra- a la vista de la realidad cotidiana:verdad y falsedad, justicia y opresión, encuentro y desencuentro.
sábado, 30 de marzo de 2013
Felices Pascuas
En estas Pascuas, compartamos o no la misma fe, deseo se cumpla tu esperanza mejor.
Felices Pascuas.
Raul Czejer
viernes, 8 de marzo de 2013
Salvar el alma
“De qué le sirve al hombre
ganar todo el mundo si al final desperdicia su vida"
Jesús de Nazaret
Jesús de Nazaret
“Vivir se debe la vida de tal
suerte que viva quede en la muerte"
Teresa de Avila
Teresa de Avila
Yo no sabía
qué significaba eso de "salvar" y menos aún la palabra "alma". Pero luego me
contaron que además de un cuerpo tenemos un alma, que ésta es espiritual, que
no muere jamás y que luego de la muerte
del cuerpo tiene dos destinos posibles por toda la eternidad: salvación o
perdición, eternidad feliz o desgraciada, según cómo uno haya vivido la vida.
El problema era saber cuál es el camino, porque hay muchas formas de vivir la vida y no sabía bien cuál era la conducente a lo que yo pretendía. Con todo empeño ensayé varios derroteros espirituales, pero en ninguno encontraba un camino de salvación. Con todo, no me daba por vencido: Viví entre monjes, viajé a lejanos conventos, escuché coferencias de gurús orientales, escudriñé los libros sagrados de una y otra religión, leí filosofías de todo tipo y sólo logré una terrible maraña de opiniones que me dejaron totalmente confundido.
Pero como no hay mal que dure cien años un día descubrí que el camino que estaba buscando era muy sencillo. Lo encontré en las palabras que el evangelio de Mateo atribuye a Jesús de Nazaret: "Ven, bendito, a recibir el premio que mereces por tu vida. Porque tuve hambre, y me diste de comer;tuve sed, y me diste de beber, estaba de paso, y me alojaste; desnudo, y me vestiste; enfermo, y me fuiste a ver; preso, y me visitaste".
Allí también leí que si dedicaba mi vida a salvar mi alma, la perdería. Que debía descentrarme y olvidarme de mí y concentrarme en la salvación de los demás, en el orden terrenal como en el celestial. Me empeñé entonces en negarme a mí mismo y consagrarme a la felicidad del prójimo, pero no lograba despojarme del egoísmo, que me acompañaba como mi sombra en todo lo que hacía.
En eso andaba cuando me di cuenta de que mi camino de salvación era compartido por muchos hombres y mujeres de buena voluntad que no profesaban fe religiosa alguna. Para ellos Dios, alma inmortal, vida eterna, salvación y perdición son palabras que no tienen significado. Sin embargo, demostraban la misma consagración a la promoción de los más necesitados que los creyentes en alguna religión; el mismo compromiso con la lucha por la dignidad humana, o mayor aún. Evidentemente no los impulsaba ninguna aspiración a una vida trascendente, pero debía haber algún valor superior a ellos mismos que justificara el sacrificio de sus vida. En ese valor que daba sentido a sus actos debía radicar su salvación
Comencé entonces a pensar en la salvación de los seres humanos que no tienen fe en la vida eterna pero creen que hay ciertos valores que llaman a empeñar la propia vida. Lo que te cuento aquí es lo que he alcanzado a barruntar sobre el tema, sin ser un entendido ni mucho menos. No pretendo más que expresar mi parecer, tal vez una burrada. Me animo a hacerlo porque sé que cuento con tu benevolencia.
¿Qué puede significar "salva tu alma" para aquel que no tiene fe en la vida eterna?¿De qué tiene que
salvarse? ¿Cuál es el bien supremo a alcanzar que lo justifica ante sí mismo?
Salvarse significa librarse de la posibilidad de sufrir un mal terrible. ¿Cuál sería ese mal del que habría que librarse para salvar la propia alma, en términos puramente seculares?
Permíteme anticiparte mi opinión: Ese mal terrible sería la frustración total del alma. El bien supremo consistiría en la plena realización de la propia humanidad. A ver si lo alcanzo a exponer claramente.
Pero el alma así entendida no es una realidad
dada de manera completa al ser humano desde que comienza su vida, sino un talento a cultivar, una
potencia o capacidad de ser que uno puede realizar o dejar de hacerlo. Sucede de modo semejante a un hombre que viniera al mundo con
gran capacidad de violinista. Si se ejercita, puede llegar a serlo en forma eminente. Si, por
el contrario, deja enterrada esa capacidad, por indolencia o desinterés, quedará estancado en violinista mediocre.
Uno es ser
humano desde que es concebido, pero lo es sólo como composición de realidad y posibilidad. Esa posibilidad
necesita ser llevada a cabo por la persona misma, no se realiza espontáneamente.
Si la persona no se ocupa de concretarla, quedará en posibilidad, pero posibilidad
frustrada.
Perder el alma es, entonces, malograr la posibilidad de llegar a ser un ser humano de excelencia y quedar estancado en un ser humano pequeño y miserable. Es malograr el talento más importante con que hemos venido al mundo: nuestra propia humanidad.
¿Cuáles son las conquistas que al cabo de sus días hacen que un ser humano pueda sentir que ha alcanzado la salvación terrenal?
Perder el alma es, entonces, malograr la posibilidad de llegar a ser un ser humano de excelencia y quedar estancado en un ser humano pequeño y miserable. Es malograr el talento más importante con que hemos venido al mundo: nuestra propia humanidad.
¿Cuáles son las conquistas que al cabo de sus días hacen que un ser humano pueda sentir que ha alcanzado la salvación terrenal?
Hay muchas
opiniones al respecto. Hay quienes piensan que la propia salvación depende de haber logrado poder, o amores, o riqueza, o
fama, o aplauso, o cargos honorables…Yo tengo mi opinión. Te la cuento sin ninguna
pretensión de originalidad ni mucho
menos.
No creo que dependa de los éxitos en aspectos secundarios de la persona, como ser la realización profesional, o económica, o amorosa, o política, etc. porque son aspectos parciales de la vida y aquí de lo que se trata es de la realización de la persona humana como tal, es decir, de lo que constituye su núcleo esencial y cuyo fracaso invalida todos los éxitos en los aspectos parciales y cuyo buen resultado resta toda la importancia que puedan tener los fracasos en tales aspectos.
Creo que
Luther King es un ejemplo de vida realizada.
¿Por qué? Porque dedicó su vida a luchar por
la libertad y la felicidad de los oprimidos en su país. Al margen de los
resultados de su lucha, que sin duda han sido importantes, vale el propósito
que lo alentó: la intención de hacer justicia al pobre. Supo ser fiel al
llamado de su espíritu cristiano que lo animaba a imitar a su dios, aquel dios que
mereció el elogio del profeta: “Se yergue nuestro dios en la asamblea de los
dioses para hacer justicia al pobre”
Creo que
Iqbal Masih es también un ejemplo de vida realizada
¿Por qué?
Porque entregó su juventud a la causa de los niños esclavos en Pakistán a pesar
de las asechanzas de los explotadores, que acabaron con su vida. Corta pero
magnífica vida. Gracias por tu ejemplo, IqbalNo son los únicos. Podríamos añadir muchísimos otros nombres ilustres y una legión de hombres y mujeres desconocidos que han hecho del don de sí mismos la norma de su vida. Gracias a ellos la humanidad no ha desaparecido de la faz de la tierra.
¿En qué coinciden estos campeones en humanidad? A mi juicio, en que supieron consagrarse al bien de los demás, socorriendo a los pobres, los oprimidos y los excluidos y sacrificando su vida personal por ellos.
Todos ellos perdieron su vida, porque dejaron de lado sus gustos, sus intereses y sus afectos. Murieron muchas veces, pero triunfaron como seres humanos.
No importa si fueron creyentes o materialistas. Lo decisivo es que supieron consagrar su vida a la salvación de los demás, en cualquier aspecto en que el prójimo necesita ser salvado
Y creo que todos ellos, creyentes, agnósticos o ateos, salvaron sus almas de la muerte definitiva porque no eligieron salvarse a sí mismos aunque les costara mil muertes en la vida presente.
Raul Czejer
No te salves.
Lee todo en: No te salves - Poemas de Mario Benedetti http://www.poemas-del-alma.com/no-te-salves.htm#ixzz2MflH5UA2
No te salves.
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Mario Benedetti
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domingo, 27 de enero de 2013
Metánoia
—Parece que va a llover —pensé sin mucha
imaginación.
Miré por
la ventana hacia el campo iluminado a intervalos imprecisos y vi que se acercaba un frente de tormenta. Negras
nubes encendidas de relámpagos presagiaban un temporal.
—Debe ser Santa Rosa —diagnostiqué, sumándome a la
creencia popular, por pura rutina, nada más.
No bien había asegurado puertas y ventanas cuando el viento del sudoeste golpeó con violencia la
casa haciendo tremolar las chapas del
techo como queriendo arrancarlas de las clavaduras,
silbando en las rendijas y agitando de un lado a otro las ramas de los sauces del
patio trasero.
—Es el
pampero. Si llueve mucho el arroyo va desbordarse y me será imposible atravesarlo —pensé. Era
evidente que no podría ir al pueblo porque corría el riesgo de no poder
retornar.
Volví a la cama para esperar que
amaneciera. No bien me acosté, sentí el tamborileo de gruesas gotas sobre el
techo de chapas
—¡Qué placer escuchar el sonido de la lluvia! —exclamé y me
dispuse a disfrutar del momento que me regalaba la primavera, ese año excesivamente
lluviosa, a causa de la corriente de El Niño, según decían los pronosticadores
en los medios.
—Tal vez llueva todo el día, así que voy a
aprovechar para holgazanear un rato. Un poco de ociosidad me
va a venir bien —me dije complaciente conmigo mismo, cosa fácil para mí, como
para la mayoría de los mortales, sospecho.
De pronto ladró el perro, que dormitaba
vigilante bajo el alero del frente. Al instante cantó el tero y supe que
alguien estaba cerca de la casa. Era raro. La casa estaba lejos del pueblo, más
allá del arroyo, donde casi todo era baldío y sólo se veía uno que otro rancho
aquí y allá, recostado en algún espinillo retorcido. Yo me había refugiado allí
para poder hacer lo mío sin que nadie me moleste, harto de la competencia y de la
guerra de todos contra todos en la ciudad. No tenía relación con los escasos vecinos ni me interesaba
tenerla. No quería problemas. El más cercano vivía como a trescientos metros y
era para mí un perfecto desconocido. Yo tenía la convicción de que el infierno eran los otros, así que no quería
vínculos con nadie y seguía el consejo de Martín Fierro: “Su esperanza
no la cifren nunca en corazón alguno. En el mayor infortunio pongan su confianza
en Dios. En los hombres, sólo en uno, con gran precaución en dos”. ¿Misantropía? Tal vez, pero mi
experiencia me decía que cuanta más cercanía, más oportunidad de conflictos con
los demás, más roñas y pendencias. Adhería sin crítica al juicio de Séneca, que en un rapto de cinismo
confesaba: “Vuelvo más avaro, más
ambicioso, más sensual, aún más cruel y más inhumano, porque estuve entre los
hombres”. Pero desde aquel entonces ha pasado mucha agua sobre mí.
Me vestí como pude y miré por la ventana. La lluvia arreciaba y
el viento arrachado pugnaba por volar todo en su loca carrera. A duras penas
pude distinguir una figura borrosa en la espesura de la noche. Era una sombra
sin rostro que seguía golpeando las manos frenéticamente junto a la tranquera.
—Soy el vecino —dijo la sombra a voz en cuello.
Un relámpago corrió por un instante el velo de
tinieblas y alcancé a ver la cara de un
hombre. Era como un espectro en el escenario fantasmal del campo.
—¿Qué pasa? —pregunté intrigado por lo inusual
de la hora.
—Sucede que mi mujer está por dar luz y no
puedo llevarla al pueblo porque no tengo cómo hacerlo.
—¿Y yo qué puedo hacer? —pregunté disimulando
mi fastidio.
—Si me ayuda, entre los dos podemos asistirla
en el parto —respondió el vecino.
—¡Huy, no! Yo no sé nada de partos —mentí,
porque algo sabía del tema. La razón verdadera era que no quería involucrarme
en problemas que no me concernían y perder así mi momento de placer.
—Cuatro manos pueden hacer más que dos, aunque
sepamos poco —me contestó con lógica de hierro.
—¿Qué le digo a este tipo? Ya sé: Le haré una
propuesta loca que no podrá aceptar —me dije,
creyéndome un gran estratega.
—¿Y si intentamos llevarla al pueblo? Si le parece,
preparo ya mismo el sulky —propuse, esperando que lo creyera una locura y me
dijera que no, por la furia de la tormenta.
—Bueno. Voy a avisarle, así se queda tranquila.
Lo espero. Gracias compadre —aceptó dejándome sin excusas.
—Sonamos. Hasta me llama compadre —pensé entre malhumorado y risueño---. Adiós
mi dormir al arrullo de la lluvia. “Nunca faltan encontrones cuando un pobre se
divierte”—refunfuñé
repitiendo a Martín Fierro.
Resignado a mi mala suerte y renegando de mí
mismo preparé el sulky como para afrontar la lluvia
y salí.
—¡Qué lío! ¡Quién me habrá mandado a ofrecerme
para llevarlos! —pensé enojado conmigo mismo. Pero la mano ya estaba en la
trampa y no había más remedio que aceptar la realidad.
El camino era un barrizal resbaladizo pero como
no era muy transitado se podía recorrer sin mucho problema. El problema era el
viento y el arroyo amenazante.
Llegamos al arroyo cuando aún no había
desbordado y podíamos vadearlo con alguna precaución. La corriente ya era
intensa y pugnaba por arrastrar el carruaje
lanzando al agua a los temerarios pasajeros. Como no podía fallar, se
cumplió la ley de Murphy: en medio del arroyo una ráfaga de viento venció la
precaria estabilidad del sulky inclinándolo peligrosamente y arrancándole la
capota, que desapareció al instante en la vorágine del río. Yo viajaba en el
pescante; no alcancé a sostenerme para
evitar la caída y fui a dar con mi
osamenta en el arroyo. Por suerte pude asirme de unos arbustos evitando que la
corriente me arrastrara. Pero mi situación era precaria y no podría resistir
mucho tiempo. Mientras tanto el vecino se desesperaba por sacar el sulky del agua embravecida. La rama
se rompió y sentí que me hundía. “Es mi fin”, me dije y me abandoné a la fuerza
del destino. De pronto, cuando ya todo parecía perdido sentí que alguien me
tiraba con fuerza del cabello. Abrí los ojos y vi la orilla barrosa y una cara que me miraba
preocupada. Era mi vecino, que había acudido
a socorrerme. Gracias a él estoy vivo.
No sé si por el susto o porque había llegado la hora, la mujer comenzó a tener trabajos de parto. Era evidente que no alcanzaríamos a llegar al pueblo antes de que naciera la criatura.
Volvimos al carruaje y nos dispusimos a afrontar lo que viniera. Le dije al vecino que manejara mientras yo me ocupaba del parto. No habíamos andado unas cuadras cuando se produjo el alumbramiento. Con lo poco que sabía me las arreglé para ayudar a la mujer; por fortuna todo sucedió como la naturaleza lo tenía programado. Era un niño. Berreaba como si lo estuvieran matando. No era para menos. Llegaba al mundo de los hombres en medio de un temporal y bañado por una lluvia impiadosa.
Llegamos
al hospital: cerrado. En una de las puertas un cartel nos informaba la razón: “Paro
general. Sólo se atienden emergencias por guardia”. Era un cartel mentiroso,
porque la guardia estaba desierta.
—Sonamos —le dije a mi vecino—. ¿Y ahora qué
hacemos?
—Hay un sanatorio en la calle central. Tal vez
ahí nos atiendan —contestó.
Hacia allá nos dirigimos. Por suerte estaba
abierto. Nos atendió una recepcionista con cara de “¿tan temprano vienen a
romper?”.
—¿Cobertura? —preguntó y comenzó a limarse las
uñas con la seguridad de que no había tal cosa.
—Sí —contestó el vecino—. La traigo tapada con
una frazada.
—Le pregunto si tiene seguro social.
—No; trabajo por cuenta propia.
—La atención cuesta quinientos pesos.
—Sólo tengo cincuenta que me pagaron por un
trabajito de jardinería —dijo el vecino
—Entonces no la podremos atender —respondió
como si fuera una computadora.
—Un momento. Yo me haré cargo de los gastos
—tercié en la conversación y me asombré
de lo que estaba diciendo.
—Son quinientos por la consulta y quinientos
más como garantía por si hay que internarla algunos días —dijo la fulana como quien recita una
letanía.
—Le pago quinientos y voy al banco a buscar los
restantes. Tardaré un rato.
—No puede ser, porque hoy no hay bancos, por
huelga —dijo con indiferencia.
—Le pago con tarjeta de crédito o de débito, la
que prefiera.
—No es posible. Se cayó el sistema y los
técnicos están de huelga.
—Le dejo en garantía este reloj que vale mucho
más de quinientos pesos.
—No soy tasadora de relojes ni estoy autorizada
a tomar objetos en garantía— objetó con frialdad y siguió limándose las uñas.
—A esta mina le emboco un sopapo en cualquier
momento —pensé, pero me contuve y ensayé una nueva propuesta.
—¿Qué le parece si voy a buscar los quinientos
pesos a mi casa? Tardaré un rato largo. Mientras, atiendan a la señora. Le doy
mi palabra de que tendrán su dinero.
—Bueno, pero me tiene que firmar un pagaré.
Cuando usted pague, se lo devuelvo.
—Chau quinientos pesos —pensé con resignación y
sin lamentos. Ni yo podía creer lo que estaba haciendo.
—Gracias, amigo. Le avisaremos. Por mi parte, cualquier
cosa que necesite, dígame nomás — ofreció
el vecino—. Yo me llamo Juan y mi mujer, María. Gracias por todo.
—No fue nada. Gracias a ustedes por confiar en
mí aunque no me conocieran. A propósito, yo me llamo José.
—Lo conversé con mi mujer y nos gustaría que
saliera de padrino. ¿Qué le parece?
—Con mucho gusto, Juan. Tendré que aprender el
oficio.
El temporal había cesado y el sol volvía a
brillar en el firmamento.
Gracias por tu amable atención
Gracias por tu amable atención
viernes, 11 de enero de 2013
Ideales, ¡go home!
"Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino
la indiferencia de los buenos” Martin Luther King
Un día de esos en que lo inspiraban la
genialidad y el delirio, Nietzsche proclamó la muerte de Dios a manos de los
hombres y desató una caza de brujas que aún perdura. “Mueran los ideales. Viva
el mundo real”, fue su lema y su programa. A la cabeza de una horda de
abolladores de quimeras, no dejó títere
con cabeza y abolió el mundo del más
allá, decretando que la única realidad es el mundo y la vida del más acá.
Antes de que apareciera el “loco de Turín” blandiendo
su martillo deconstructor, los hombres se ilusionaban con un mundo
perfecto en el que no existirían las fealdades que hallamos en el mundo real y
en nombre de tal mundo perfecto condenaban la vida presente como rastrera e
indigna del hombre y la sacrificaban en su honor. Pero llegó Nietzsche e
instaló una nueva ilusión: Vivir la eternidad en esta vida.
Se me ocurre conjeturar, entonces, que la prédica postmoderna de amar la realidad tal como es obedece al propósito inconfesado de desarmar los espíritus a fin de que cesen los reclamos, los conflictos, las exigencias, las indignaciones y acepte cada uno con alegría la suerte que le ha tocado.
O tal vez los espíritus se han desarmado por su
cuenta y lo que hacen los corifeos del postmodernismo es sólo levantar acta de
lo que pasa en nuestra sociedad decadente y presentarlo como lo que debe ser.
Dirían: “La gente ya no cree ni aspira a
mundos mejores, y es bueno que así sea, porque serán más felices”.
Si el hombre es esencialmente un deber, es
inmoral que pretenda vivir encerrado en
la realidad factual aceptándola tal como es, porque el deber del hombre es
hacer que algo valioso suceda en el mundo. Si se encierra en la realidad, deja
de lado su humanidad y se convierte en un cerdo contento con su chiquero.
Gracias por tu amable atención.
Raúl Czejer
"Yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles", dice Antonio Machado. Su amor a los mundos ideales lo alentó a comprometerse con la lucha por el cambio de la realidad.
"Yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles", dice Antonio Machado. Su amor a los mundos ideales lo alentó a comprometerse con la lucha por el cambio de la realidad.
lunes, 31 de diciembre de 2012
Vivir el futuro
Y detener cada momento, parar el sol, parar el viento,
vivir aquí la eternidad.
Georges Moustaki : Canción “Le meteque” (versión en español)
Desventurado aquel que se inquieta siempre por el
porvenir
Séneca : Ensayo “De la
brevedad de la vida” Carpe diem quam minimum credula postero
Horacio : Poema “Carpe diem”
"Vive la vida de tal suerte que viva quede en la muerte"
Teresa de Jesús
En su poema Horacio nos aconsejaba que no pretendamos saber
el tiempo de vida que nos resta, pues ello es imposible. Más sabio es
aprovechar cada momento del poco o mucho tiempo que nos otorgue el destino, viviendo cada día fugitivo como el último, limitando
nuestra esperanza al breve lapso de la vida y sin confiar nada al incierto
mañana.
Horacio
parafraseaba con palabras poéticas el consejo que estoicos y epicúreos —desde
perspectivas distintas— venían enseñando desde hacía dos o tres siglos y que él había aprendido durante su
educación en Grecia.
Según lo veo, caben dos interpretaciones. Por lo
general se ha entendido la palabra “diem” como referida al día que estamos
viviendo y “mañana”, a los días venideros. Pero es posible otra mirada. A ver si lo puedo
explicar.
“Diem”
también puede referirse a la vida presente, en contraposición a una hipotética
vida futura posterior a la muerte —en la que creemos muchos, por diversas
razones. Desde esta perspectiva, “carpe diem” significaría “aprovecha la vida presente
y no confíes nada a una incierta vida posterior”. En otras palabras: no
sacrifiques nada de la única vida que tienes en manos en aras de una conjetural
que vendría después de la muerte.
Si la entendemos de la primera forma, la frase
es sugerente y tentadora, porque nos invita a vivir cada día de la vida como si
fuera el último, sin inquietudes ni proyectos para los días
venideros que nos distraiga de lo que tenemos entre manos
El consejo
de Horacio es resbaloso. Si me permites el atrevimiento, diría que es miserable por su egoísmo, insensato por sus
resultados e inaplicable en el contexto
de la vida humana.
Si bien los
simples mortales no tenemos conocimiento del futuro, podemos conjeturar con bastante seguridad lo
que nos va a suceder, porque hay males inexorables que nos esperan a la vuelta
del camino. Horacio nos diría que no
hagamos nada en el presente para prevenir los males que
probable o seguramente nos deparará el porvenir. Vivamos la vida hoy, ya que no
sabemos si habrá futuro.
¿Es
prudente tal modo de pensar?
Hablemos,
mejor, del segundo modo de entender el término “diem”: la vida presente. Aquí
caben dos conjeturas: la presente es la
única vida que viviremos versus hay otra vida después que acabe la presente.
La presente nos consta; la posterior es objeto
de fe para muchos seres humanos.
Si no
hubiera tal vida posterior, tendría razón Horacio. ¿Para qué sacrificar nuestra
vida en aras de nobles ideales que el tiempo habrá de devorar? Si el tiempo
presente no es rescatado por el tiempo definitivo de nada vale el reconocimiento
de los hombres al sacrificio de los mártires por la humanidad, la patria o la revolución, porque todas estas cosas y su memoria se
extinguen como un dibujo trazado en la arena donde van a morir las olas del mar.
Pero es
insensato vivir la vida presente de
cualquier manera si este presente impactara en nuestro destino definitivo. Al
respecto cabría conjeturar que el tiempo definitivo será el tiempo de la
justicia, que de alguna manera pondrá las cosas en su lugar. No habrá sido, entonces, lo mismo ser derecho que torcido, leal que traidor. Como en el cuento, habrá sido inteligente vivir la vida en vistas del futuro e insensato vivirla encerrado en el presente.
Auguro para ti un año 2013 vivido de tal manera que no lo extinga el paso del tiempo
Gracias por tu amable atención.
Raul Czejer
martes, 18 de diciembre de 2012
Navidad del corazón
Si tienes tristeza, alégrate,
porque la Navidad es gozo.
Si tienes enemigos, reconcíliate,
porque la Navidad es paz.
Si tienes amigos, búscalos,
porque la Navidad es encuentro.
Si tienes errores, reflexiona,
porque la Navidad es verdad.
Si tienes odio, olvídalo,
porque la Navidad es amor.
Teresa de Calcuta
La Navidad es renacimiento de la esperanza en un mundo nuevo, en que los hombres tengan la oportunidad de vivir felices.
Lo deseo para ti, estimado amigo, y para todos los que llevas en tu corazón.
Feliz Navidad
Navidad es paradigma de compromiso con los pobres. Hubo y hay en mi país y en toda Latinoamérica quienes entendieron esto y obraron en consecuencia. Mi reconocimiento y mi gratitud por el hermoso ejemplo de humanidad que nos dieron con sus vidas
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Cultura del corazón
“Toma tu
barco y huye, hombre feliz, a vela desplegada, de cualquier forma de cultura”
Epicuro
(Citado por Gustavo Bueno en “El mito de la cultura”)
Me resulta
curioso el consejo de Epicuro ya que contradice lo que siempre me han enseñado:
que la cultura es un valor importante, a conseguir con mucho esfuerzo y largos
años de educación.
Por otra
parte, los estados gastan mucha plata en trasmitir a los jóvenes la cultura del
país, así que la consideran un bien social muy valioso que hay que promover.
Pero no me queda claro si esto tiene algún
sentido para la vida personal y comunitaria. En concreto: ¿Para qué hay que ser
entendidos en arte, ciencias etc., etc.? ¿Viviremos mejor y seremos más
felices? ¿La sociedad será mejor si sus integrantes son gente de amplia cultura
general?
Según tengo entendido, mito es una
fantasía socializada que intenta explicar, justificar o expresar el sentido de
una realidad . El cuento que relata el mito no es verdad en sí, pero esconde un mensaje
subliminal que puede ser verdadero o falso, bien intencionado o perverso,
liberador o esclavizante del hombre.
Tal vez lo
que señala Bueno es que la cultura, tal como se la entiende en la modernidad, es
un mito que esconde una ideología falsa que justifica un estado de cosas que esclaviza
al ser humano y lo hace infeliz.
poco que intentemos una definición justa en cuanto a
extensión y contenido se nos vuelve confuso lo que creíamos entender.
Sería verdad si
entendemos “salvaje” como vida bestial y “civilizado” como vida humanizada.
Pero no sería verdad si “salvaje” se entiende como vida integrada
a la naturaleza —tal como la practican
los grupos aborígenes— y “civilizado” como vida integrada a las sociedades urbanas complejas, porque no
está demostrado cuál de las dos formas es la más humana.
Y hasta me animaría a
decir que un hombre civilizado puede ser muy humano o, por el contrario, muy
bestia. Basta para comprobarlo con mirar lo que pasa en nuestro mundo
moderno. La humanidad no pasa necesariamente por la civilización.
Muy distinta sería
una civilización que realizara como valores culturales fundamentales el
respeto, la solidaridad y la compasión entre
los hombres.
El concepto clásico de cultura lo expresó Cicerón al asignarle como objeto el cultivo del alma.
Así como la viticultura se dedica a mejorar las propiedades de las vides para
acercarlas a los estándares de calidad
exigidos por la época, la “cultura ánimi” trabaja sobre el sujeto humano para
llevar a su perfección las cualidades
del alma que en el “ethos” de cada
pueblo, en cada etapa de su historia, se considera propias de un ser humano
hecho y derecho. Por poner un ejemplo, hoy diríamos que el ethos de las sociedades
occidentales marca como uno de los objetivos
principales de la “cultura ánimi” la virtud de la solidaridad, entre otras. La sociedad y
el mismo sujeto, mediante diversos recursos, trabajan para cultivar tales disposiciones éticas en el propio
individuo y en los demás integrantes de la sociedad.
El ethos de cada pueblo define los valores que deben cultivarse en las personas individuales. La cultura va creando un mundo más
humano o menos humano, según el tenor de los valores que va realizando en las personas.
La finalidad de la cultura no es civilizar a la persona como lo piensa mister Tylor, sino formar la mente y el corazón del hombre para que llegue a estar en grado de realizar opciones libres y justas. Para ello la cultura del medio social ha de ser asimilada de una forma sistemática y crítica, aceptando lo bueno y rechazando lo malo.
Tomada en este sentido, la cultura es más una
actividad personal que una actividad social, que cada individuo debe realizar en sí mismo,
porque la persona es el sujeto de su propio desarrollo y el último juez de lo
negociable y de lo no negociable, teniendo en cuenta que no todo ethos es
totalmente aceptable desde un punto de vista humano.
La conciencia y el
criterio personal es la última norma de la propia conducta y ante ella no hay
cultura que valga. Si el ser humano no fuera capaz de romper la caparazón de la
propia cultura, nunca habrían surgido los genios creadores de una forma más elevada de vivir la vida, más a la altura del espíritu y del corazón del hombre.
Gracias por tu amable atención
Raúl Czejer
Música e imágenes que elevan la mente y el corazón, cultura esencial.
Música e imágenes que elevan la mente y el corazón, cultura esencial.
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