Filantropía
Un día en Buenos Aires, calle Florida y un encuentro casual de dos amigos de la juventud.
—¡Hola, Bocha!…
—¡Oooh! ¿Cómo te va, Flaco? ¡Gusto de verte, che!
—¡Qué sorpresa encontrarte, en plena calle Florida y con el mundo de gente que hay a esta hora! ¿Cómo estás? ¡Tanto tiempo! ¿Todo bien?
—Por suerte y gracias a Dios —toco madera— por ahora todo bien. Bue…siempre hay cosas que te joden un poco, pero qué se le va a hacer.
—Y sí…no se puede pretender que nunca nos pase nada. Che, ¿Tomamos un café y charlamos un rato? ¿Tenés un tiempito?
—Estoy camino a casa, pero puedo avisar a la patrona que me demoraré algún ratito
—Dale.
—Holáaa… ¿Eugenia? Soy yo. Quería avisarte que voy a llegar un poco más tarde…No,no. Me encontré con un amigo de la infancia… ¿No hay problema? Bueno, un beso.
—Che, pero qué término tan antiguo, ¡patrona!
—Vos sabés que en las parejas reina el hombre pero manda la mujer
—Ah, no, no… ¡En mi casa mando yo!
—Sí, ya sé: vos tenés la última palabra. Conozco cómo termina el chiste. Ja,ja…
—Y bue, así son las cosas. Todo sea por la paz del hogar. ¿Nos sentamos aquí? ¿Te parece bien?
—Bueno. Qué lindo lugar éste, ¿no?
—¿Viste qué buena onda? Era hasta hace poco un clásico bar de Buenos Aires. Los herederos lo vendieron y los nuevos dueños le dieron este aire francés que tiene ahora. Hasta el nombre es franchute. Fijate: “Le Petit Pingouin”. No sé, tal vez lo han puesto en honor de los mandamás de turno. ¿Qué tomás? ¿Café?
—No. El café me cae mal. Mejor un whisky.
—¡Mozo! Dos whiskies, por favor. ¡Cuánto tiempo, Bocha! ¿En qué andás, che?
—Por ahora a pie, pero en cualquier momento me motorizo
—¡Ja,ja! ¡Mirá que sos jodón! No perdés tu buen humor. Hacés bien. Dicen que la risa ayuda a la buena salud
—Y sí. Motivos para amargarnos sobran. Mejor es ver las cosas por su costado ridículo y reírse hasta de uno mismo.
—Hablando de eso: ¿A qué te dedicás? Vos ibas a ser ingeniero agrónomo, te acordás? Querías dedicarte a producir alimentos para toda la humanidad, para que no haya más hambre en el mundo
—Soy ingeniero agrónomo.
—Pero por lo visto estás en otra cosa
—No del todo. Estoy trabajando en el Ministerio de Agricultura y Ganadería como inspector de chiqueros.
—¿Inspector de chiqueros? ¿Qué es eso?
—Cuido que los chanchos sean bien tratados.
—¿Y para qué los cuidás?
—Para que lleguen sanitos al matadero
—Ah, ¡qué misión tan humanitaria!
—No sólo eso. Es un trabajo que tiene antecesores ilustres.
—¿Cómo es eso?
—El mismísimo Jorge Luis Borges fue inspector de chiqueros
—Ah, “así, pos, sí”, como decía el Chapulín. Es todo un honor, che.
—Ya me han dado tres medallas de honor en reconocimiento de mi eficiencia
—¿Ah sí? Contame, contame
—No permito que ningún chancho llegue escuálido y enfermizo a la fábrica de chorizos
—¿Y qué hacen con los escuálidos?
—Los vendemos a precio de costo para que los consuman los pobres
—Ah, sos un campeón del humanitarismo. Con razón lo de las medallas.
—Y bue, uno hace lo que puede; hay que tener conciencia social, che. Y vos… ¿en qué andás? Contame.
—¿Te acordás que yo siempre quise ser médico?
—Si, vos querías dedicarte a curar enfermos porque era un trabajo muy humanitario. Tu héroe era el Dr. Maradona
—Exactamente. Estudié y por suerte estoy en lo que me gusta.
—¿Trabajás en algún hospital?
—No, no. Hay que mantener a la familia y en el hospital pagan poco, si te pagan. Trabajo en mi consultorio.
—¡Qué bueno! Te felicito. ¿Y te va bien, che?
—No me puedo quejar. Atiendo un paciente cada diez minutos, diez horas por día.
—¿Cuántos pacientes atendés en total a la semana?
—Y…unos seiscientos, setecientos
—¿Y de todos sabés su historia clínica? ¿Conocés personalmente a cada uno?
—No, ni hace falta. ¿Para qué está la computadora?
—Ah, vos sos un médico informatizado. ¡Qué moderno, che!
—Claro. Así mi trabajo humanitario se extiende a más enfermos.
—¿Y la Academia de Medicina no te ha dado una medalla en reconocimiento de tu eficiencia humanitarista?
—No; ni la espero. Yo lo hago todo por los enfermos
—Ah, claro. Hay que ser desinteresado, che.
—Por supuesto.
—Bueno, me tengo que ir. Un gusto charlar con vos. ¡Adelante con la medicina informática! Chau, Flaco, hasta cualquier momento. Suerte
—Que te vaya bien, Bocha. ¡Duro con los chanchos raquíticos!
Buenos Aires, indiferente, sigue su ritmo normal. No ha pasado nada. ¿O será verdad lo del efecto mariposa?
Raúl Czejer
La juventud es la edad de los sueños y las esperanzas. Luego viene la realidad, nos despierta, nos amolda a su imagen y semejanza y nos deja sin ilusiones. Pero siempre es posible reanimar las utopías y soñar otra realidad. Se empieza diciendo basta.
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