Y detener cada momento, parar el sol, parar el viento,
vivir aquí la eternidad.
Georges Moustaki : Canción “Le meteque” (versión en español)
Desventurado aquel que se inquieta siempre por el
porvenir
Séneca : Ensayo “De la
brevedad de la vida” Carpe diem quam minimum credula postero
Horacio : Poema “Carpe diem”
"Vive la vida de tal suerte que viva quede en la muerte"
Teresa de Jesús
En su poema Horacio nos aconsejaba que no pretendamos saber
el tiempo de vida que nos resta, pues ello es imposible. Más sabio es
aprovechar cada momento del poco o mucho tiempo que nos otorgue el destino, viviendo cada día fugitivo como el último, limitando
nuestra esperanza al breve lapso de la vida y sin confiar nada al incierto
mañana.
Horacio
parafraseaba con palabras poéticas el consejo que estoicos y epicúreos —desde
perspectivas distintas— venían enseñando desde hacía dos o tres siglos y que él había aprendido durante su
educación en Grecia.
Según lo veo, caben dos interpretaciones. Por lo
general se ha entendido la palabra “diem” como referida al día que estamos
viviendo y “mañana”, a los días venideros. Pero es posible otra mirada. A ver si lo puedo
explicar.
“Diem”
también puede referirse a la vida presente, en contraposición a una hipotética
vida futura posterior a la muerte —en la que creemos muchos, por diversas
razones. Desde esta perspectiva, “carpe diem” significaría “aprovecha la vida presente
y no confíes nada a una incierta vida posterior”. En otras palabras: no
sacrifiques nada de la única vida que tienes en manos en aras de una conjetural
que vendría después de la muerte.
Si la entendemos de la primera forma, la frase
es sugerente y tentadora, porque nos invita a vivir cada día de la vida como si
fuera el último, sin inquietudes ni proyectos para los días
venideros que nos distraiga de lo que tenemos entre manos
El consejo
de Horacio es resbaloso. Si me permites el atrevimiento, diría que es miserable por su egoísmo, insensato por sus
resultados e inaplicable en el contexto
de la vida humana.
Si bien los
simples mortales no tenemos conocimiento del futuro, podemos conjeturar con bastante seguridad lo
que nos va a suceder, porque hay males inexorables que nos esperan a la vuelta
del camino. Horacio nos diría que no
hagamos nada en el presente para prevenir los males que
probable o seguramente nos deparará el porvenir. Vivamos la vida hoy, ya que no
sabemos si habrá futuro.
¿Es
prudente tal modo de pensar?
Hablemos,
mejor, del segundo modo de entender el término “diem”: la vida presente. Aquí
caben dos conjeturas: la presente es la
única vida que viviremos versus hay otra vida después que acabe la presente.
La presente nos consta; la posterior es objeto
de fe para muchos seres humanos.
Si no
hubiera tal vida posterior, tendría razón Horacio. ¿Para qué sacrificar nuestra
vida en aras de nobles ideales que el tiempo habrá de devorar? Si el tiempo
presente no es rescatado por el tiempo definitivo de nada vale el reconocimiento
de los hombres al sacrificio de los mártires por la humanidad, la patria o la revolución, porque todas estas cosas y su memoria se
extinguen como un dibujo trazado en la arena donde van a morir las olas del mar.
Pero es
insensato vivir la vida presente de
cualquier manera si este presente impactara en nuestro destino definitivo. Al
respecto cabría conjeturar que el tiempo definitivo será el tiempo de la
justicia, que de alguna manera pondrá las cosas en su lugar. No habrá sido, entonces, lo mismo ser derecho que torcido, leal que traidor. Como en el cuento, habrá sido inteligente vivir la vida en vistas del futuro e insensato vivirla encerrado en el presente.
Auguro para ti un año 2013 vivido de tal manera que no lo extinga el paso del tiempo
Gracias por tu amable atención.
Raul Czejer